Agustín Lleida: El entusiasta de Monzón que construye su propio castillo
Agustín Lleida nació en Monzón, un pequeño pueblo con un castillo enorme en la cúspide. Sus padres se dedican a la hostelería, pero él tomó otro camino. Sociable, amante de la tortilla de patata de su madre, Lleida cursó cuatro maestrías antes de llegar a la Liga, aunque no recuerda la última vez que miró una película. Este es el retrato del español que escucha reggaetón y aún visita a los amigos de su infancia.
Agustín Lleida nació en Monzón, un pequeño pueblo de la provincia de Huesca de apenas 15.000 personas. En este municipio, ubicado a 2 horas y 30 minutos de Barcelona, se encumbra un imponente castillo de origen árabe.
Lleida confiesa que en Monzón se crió como un tico de zona rural. Con vecinos cercanos que conocían a sus padres y a sus abuelos y plazas de fútbol en cada esquina. Los amigos de su infancia son todavía sus personas más allegadas.
Con los niños que se crió jugando fútbol, paddel y baloncesto todavía mantiene contacto y los visita cada cierto tiempo, cuando se regresa a España.
Es como si no hubiera pasado el tiempo; rememoran la infancia, la escuela, el colegio y el fútbol, siempre presente de una u otra forma en la vida del hoy gerente deportivo de Alajuelense.
Hoy afirma que tanto estudio lo llevó por una ruta que se alinea muy bien con su conocimiento. Como gerente deportivo, debe saber mucho de todo.
A veces se sienta con la nutricionista para conversar sobre la alimentación de los jugadores; otras veces con el preparador físico para analizar las cargas, o con Andrés Carevic para discutir sobre la metodología de entrenamiento.
Cursó una maestría en preparacíon física, otra en entrenamiento deportivo, luego la de trabajo de fuerza y posteriormente la de educación física y salud.
Durante sus estudios universitarios conoció a su esposa, también educadora física. Tenía dos años de graduado, recién había alquilado un apartamento en Barcelona y laboraba en una empresa que daba asesorías en servicios de fútbol, cuando le apareció su primera gran oportunidad.
Un tiempo atrás, había hecho de monitor de fútbol en el Liverpool, en donde conoció a Marco Garcés, un mexicano que también estudió educación física, pero en Inglaterra.
Se hicieron buenos amigos y, al tiempo, Garcés le contó que regresaba a México para asumir las fuerzas básicas del Pachuca; el azteca lo invitó a formar parte del proyecto y el español aceptó el ofrecimiento.
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Sin conocer demasiado del país y ante la sorpresa de sus padres, partió junto a su esposa rumbo a Pachuca, en donde labró una amplia carrera en las divisiones inferiores, ganó un título de la Liga MX y elevó su imagen.
Unos años más tarde, conoció por primera vez a un tico, cuando el exjugador Víctor Badilla se enfiló al club mexicano y le empezó a contar sobre Costa Rica.
Luego fue Enio Cubillo, encargado de las canchas de Alajuelense y al que contrataron para trabajar en el césped de los campos de entrenamiento del club mexicano, el que le contó sobre un equipo que se llamaba ‘La Liga’.
A Lleida le sorprendió el fanatismo de Cubillo por el club, pues tenía 30 años y en su vestimenta predominaba el rojo y negro.
Al tiempo, visitó Costa Rica para dar una charla sobre el modelo del Pachuca y ese día Badilla le presentó a Joseph Joseph, vicepresidente manudo, quien le mostró sus terrenos y le contó que quería construir un Centro de Alto Rendimiento similar al del Pachuca para desarrollar a los prospectos del país.
Así nació la historia de Lleida y Costa Rica, un país que confiesa, casi no conocía. Sabía de sus bellezas turísticas, pero no imaginaba que pudiera sentir y palpitar con tanta intensidad el fútbol.
Unos años antes, recuerda que miraba el Mundial de Brasil 2014 por televisión, el centro de Júnior Díaz para Bryan Ruiz en el juego contra Italia y la anotación que marcó la historia.
Nunca creyó que Bryan sería parte de su vida y que cada vez que regresara a España para visitar a su familia, se devolvería con la maleta llena de productos típicos de su tierra, pues parece que su estancia en Costa Rica va para largo.
A Lleida, fanático de la tortilla de patata que cocina su madre y el pan con tomate, le apasiona su trabajo y también Costa Rica.
Reconoce que desde hace ocho años no mira una película en Netflix y le cuesta tener hobbies, más allá del fútbol.
Tampoco lee mucho, de no ser por trabajo. Es decir, le gusta seguir aprendiendo sobre preparación física, táctica o, en general, de fútbol.
La mayoría de su tiempo lo invierte en la Liga y sino con sus hijos, un niño de cinco y una niña de tres que ya dicen ‘carro’ en un lugar de ‘coche’.
Apenas si conoce las playas de Costa Rica (algo que su esposa le reclama de vez en cuando), pues visitó Jacó un par de veces y nada más.
Su hermano, que vino de visita a Costa Rica, le cuenta sobre Tortuguero y Guanacaste, pero él apenas si conoce Monteverde, adonde llevó a sus padres cuando vinieron a conocer el país.
Hoy en día, pasa la mayoría de horas en el CAR, escucha reggaeton en el ‘coche’ y sigue de cerca las ligas menores del equipo.
A pesar de que tiene en alta estima al Pachuca, dice que su etapa en la Liga lo marcó, y que celebró más la 30 que cualquiera de los títulos que alcanzó en México.
«En Pachuca nos tocó celebrar, pero a mí me representó más la 30, porque allá (en México) no teníamos la obligación de hacerlo, se nos juntó una gran generación, pero éramos el octavo equipo en presupuesto y si no hubiéramos ganado, al día siguiente seguiríamos trabajando en desarrollar jóvenes. Sin embargo, en la Liga sabíamos que dependíamos mucho del campeonato, que la presión sobre Andrés (Carevic) era muy grande. Además, era muy importante hacerle ver a la gente que se había sido injusto con nosotros, que no queríamos vender humo a nadie, solo queríamos hacer nuestro trabajo con humildad», explicó el gerente deportivo.
Es Agustín Lleida, el español que disfruta el clima de nuestro país y la personalidad relajada del costarricense que le recuerda su infancia.
Hoy, trata de construir su propio castillo en Alajuela.
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