¿Qué pasó con Chile, si era el modelo a seguir?
Ningún país había logrado sacar de la pobreza a tantas familias. La pobreza rondaba el 36 por ciento en el 2000, y hasta hace un año esa cifra había bajado al 8,6 por ciento. Es decir, Chile sacó a 4 millones de personas de la pobreza desde 1990.
Lo mismo con el coeficiente de Gini, que mide la desigualdad del ingreso, que mejoró al pasar de ese 56,2 de hace 30 años al 46,6 de hoy.
Si esas cifras podrían generar envidia en otros países, si se supone que es la gran meta de cualquier gobernante y el sueño de los gobernados (vivir mejor), entonces, ¿qué pasó? El aumento en los pasajes del metro y luego el estallido que deja 19 muertos fue un pretexto. Algo estaba mal.
Noticias Columbia recopila varios puntos de vista para tratar de comprender qué fue lo hizo estallar la olla a presión, y qué estaba calentado sus entrañas.
Varios de esos analistas coinciden que esas cifras de reducción de la pobreza hablan en consecuencia de un aumento en la clase media, y el “el progreso de una clase de media con nuevas aspiraciones que en la miseria”.
De hecho esas mismas expectativas frustradas son las que aparentemente y con detonantes distintos, han minado la paciencia de millones de latinoamericanos que han provocado protestas en Haití, Ecuador, Chile y Colombia. Una especie de Primavera latinoamericana, con el ingrediente de que muchos quieren culpar al presidente de Venezuela, como si en verdad Maduro tuviera esa capacidad de desestabilizar todo el continente.
Los analistas recuerdan que además de Chile (donde en las últimas elecciones votaron menos del 50% de los empadronados), en Bolivia se mantiene la tensión por fantasmas de fraude en las últimas elecciones, en Ecuador su presidente tuvo que echar para atrás medidas económicas por un estallido social (indígena) en las calles; en Brasil , que tuvo a uno de los candidatos favoritos preso (Lula da Silva) en pleno proceso electoral; y en Perú donde todos los ex presidentes terminaron en la cárcel por corrupción. Y uno se suicidó.
¿Coincidencias? No olvidemos que ésto es Latinoamérica, la macondiana, donde todo puede pasar. Otros más universales pretenden meter en un mismo saco los chalecos amarillos franceses, las protestas de Hong Kong o las de Líbano…
Como sea, contagio o no, Chile comienza otra semana bajo estado de emergencia.
Al diablo los modelos…
El detonante fue ese aumento de 3 por ciento del costo del pasaje del metro en Santiago, su capital. Pero Michelle Bachelet aumentó cuatro veces el precio del pasaje del metro y nada estalló en pedazos como ahora. Teníamos otros vientos soplando la región.
Todas esas cifras que mostraban el progreso eran irrefutables, incluyendo la inversión extranjera que creció un 4 por ciento por año (el resto del continente lo hace a un 0,5). Y entonces ciudades como Santiago se veían “luminosas, con restaurantes espléndidos, con el metro funcionando bien. La delincuencia estaba controlada”, describe un periodista local.
Llegó la protesta contra el alza del metro y se desnudó la realidad de la frustración de una masa de chilenos que llevaban reprimidos 30 años por las promesas incumplidas. Por eso, dicen los expertos, lograron a la velocidad de la pólvora, una convocatoria multitudinaria a través de redes sociales e hicieron historia en las calles.
La protesta convirtió de pronto en un monstruo por las calles. Y el presidente Sebastián Piñera estableció un estado de excepción, lo que para algunos fue un tremendo error de tacto, agravado por el hecho de sacar a los militares a la calle, “dando pésimas señales a sus compatriotas y al mundo. Literalmente, fue a apagar el incendio con petróleo”.
La reacción de Piñera trajo malos recuerdos para miles de chilenos que escarbaron en sus memorias lo que sucedió en la dictadura de Pinochet (El último estado de emergencia fue en enero de 1987, en el ocaso de la dictadura).
El monstruo entonces enloqueció en las calles con saqueos en zonas comerciales y destrucción de instalaciones de gobierno, incluyendo, claro, el metro.
Hoy nadie sabe en qué va desembocar todo. Nadie se atreve a dar sentencia, incluso sin descartar un golpe cívico contra Piñera, a quien quieren fuera, según el grito que se escucha en las calles.
Piñera, que ya había dicho que estaba en guerra, salió al paso al pedir perdón y proponer una serie de medidas. Reconoció que no estuvo a la altura de las peticiones sociales, tras seis días de protestas. Y pidió la renuncia de todos sus ministros.
Régimen de miedo…
El toque de queda y el recorte a las libertades tiene sus sombras que solo la prensa internacional y las redes sociales han mostrado.
El ex presidente chileno Ricardo Lagos dijo la situación fue provocada por un distanciamiento entre las élites y una clase social en penurias. Pero analistas destacan que hay una realidad que asusta: que Piñera y su ministro del Interior representan la continuidad del legado de Pinochet, al menos en el imaginario social. Es que el ministro Andrés Chadwick, participó en la dictadura como miembro de la comisión legislativa de la Junta Militar. Y el hermano del presidente, José Piñera, fue ministro de Trabajo y Previsión Social y de Minería durante la dictadura.
¿Esa es otra razón? ¿Eso explica que a Michelle Bachelet que aumentó cuatro veces el precio del pasaje del metro, no la acorralaron con protestas de este tamaño? ¿Es que Piñera representa todo lo que parte de la sociedad chilena odia y es esa ultraderecha que le hace ojitos a la dictadura, o lo que aún queda de su legado?.
Hay más razones…
Economistas culpan también la reforma pensional que vieron como necesaria para hacer sostenible el sistema (la población envejece rápidamente). Pero otros sectores ven lo contrario: Una traición a los derechos que sus mayores les habían ganado.
Chile, además, se ha vuelto cada vez más costoso, y hay una expectativas de vida mucho más altas de lo que la realidad les ofrece, y miles más saben que están al borde de ese abismo que se llama pobreza. O regresar a ella. Por eso parece evidente que la protesta está en todo Chile, que el contagio llegó a cada rincón: “No hay lugar por el que transite, en las tres comunas de Santiago que he cruzado, donde la fiesta, la protesta y el reclamo no estén encendidos“, narró la escritora chilena Nona Fernández.
Toque de queda…
La Santiago luminosa no existe. Por las calles solo silban balas de vez en cuando. Los militares están ahí y las sirenas y los helicópteros…
Posibles salidas:
Qué le queda a Chile para superar la crisis más profunda que ha vivido el país sudamericano en los últimos 30 años.
Con base en un informe que la BBC presentó este fin de semana, se resumen esas posibles soluciones en:
- «Diálogo nacional»
Parlamentarios de todos los colores (derecha, izquierda y centro) hablan de la necesidad de «llegar a acuerdos» que permitan crear medidas que apunten a mejorar la calidad de vida de los chilenos.
«En Chile, necesitamos tener un sistema político que pueda responder más fácilmente a las necesidades que van apareciendo». Según la última encuesta del Centro de Estudios Público de Chile (CEP), solo un 19% se identifica con algún partido político y la confianza en el Parlamento chileno ha caído al 6%.
Con estos números, es difícil creer que la furia ciudadana se calmará si es que sus políticos dialogan.
Para algunos, una de las opciones es a través de «cabildos abiertos», es decir, pequeñas reuniones locales en distintos puntos del país donde se puedan reunir las demandas de los vecinos.
- Asamblea Constituyente
Es un petitorio que hace años viene dando vueltas entre la izquierda chilena. Y, tras el comienzo de las manifestaciones, ha cobrado fuerza, escribe la BBC en Español.
La Asamblea Constituyente aparece como una instancia de participación ciudadana (con representantes populares) que asumen el único objetivo de acordar las nuevas reglas del juego democrático.
En el caso de Chile, el objetivo de quienes la apoyan es para establecer una nueva Constitución Política que reemplace a la actual creada durante el régimen militar de Augusto Pinochet.
- Reformas profundas
Políticos y analistas en Chile coinciden en que la única manera de solucionar de fondo esta revuelta social es haciendo profundas reformas al sistema político y económico actual.
Porque si bien las medidas anunciadas por Piñera el martes 22 de octubre fueron bien recibidas por varios actores políticos, está claro que no serán suficientes para contener el descontento.
Piñera, además, pidió a los parlamentarios que, «en lugar de pelear tanto», aprueben sus proyectos.
- ¿Renuncia del presidente y de sus ministros?
«Renuncia Piñera» se ha vuelto una frase ícono de las últimas protestas en Chile.
Centenares de manifestantes han rellenado pancartas pidiendo la renuncia del mandatario, a quien se le critica por no tener empatía respecto a las necesidades de la población, entre otras cosas.
No obstante, lo que podría ser una salida a la crisis para los comunistas y para algunos manifestantes, no presenta apoyo en el resto de la esfera política chilena.
- ¿Mediador?
¿Qué tan factible es que hoy en Chile pudiera intervenir una figura pública como el Papa con el fin de contener el estallido social?
«Los mediadores casi siempre son figuras de autoridad moral y que dan confianza a todos los sectores. El problema es que los mediadores clásicos que habían en el mundo, como por ejemplo el Papa, también están muy desprestigiados», dice a BBC Mundo el abogado y académico de las universidades de Chile y de Santiago Joaquín Trujillo.