Opinión: Y si cortamos de raíz las ‘Sapri-Sele’ y ‘Liga-Sele’
Me parece que se pueden dictar ciertas pautas en el Comité Ejecutivo de la Fedefútbol para evaluar a los entrenadores que asuman los procesos de Selección, de manera en que se elimine la suspicacia, frecuente cada vez que se realiza una convocatoria.
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Me molesta cuando se utiliza el término ‘Sapri-Sele’ o ‘Liga-Sele’ y se hacen conjeturas sobre el origen futbolístico de los entrenadores, o la transparencia de los nombramientos de futbolistas a la ‘Tricolor’.
Es molesto pero a la vez contraproducente. Cuando se trata de la ‘Sele’, el sentido de pertenencia y el patriotismo deben prevalecer por encima de cualquier color de camiseta.
Es cada vez más común que los equipos de Primera se quejen por la ausencia de sus futbolistas, atribuyendo al origen de los técnicos.
Básicamente, los clubes creen que si un técnico es de cuna morada, beneficiará al Saprissa y llamará a más futbolistas de este club.
O viceversa, si es rojinegro, predominarán los manudos. Ciertamente, a los heredianos también les molesta cuando hay pocos futbolistas de sus filas.
También escuché a la dirigencia brumosa quejándose de los pocos llamados de jugadores que, en la buena teoría, podrían merecer más oportunidad, como sucedió con Cristopher Núñez, volante talentoso que recibió muy pocas opciones en la Selección Mayor, a pesar de su buen rendimiento.
En medio de este escenario, controversial cada vez que se aproxima un nuevo proceso, me parece que se pueden dictar ciertas pautas en el Comité Ejecutivo de la Fedefútbol para evaluar a los entrenadores que asuman los procesos.
Es decir, evitar los nombramientos ‘subjetivos’, como sucedió con Douglas Sequeira, un entrenador en apariencia talentoso, pero que recibió la Sub-23 con muy pocos hechos comprobados en su hoja de vida.
Hoy en día, el análisis de datos y la estadísticas permiten ‘eliminar’ la subjetividad y nombrar a los técnicos con base en argumentos claros.
Por ejemplo, cuando se evalúe a un técnico de una selección menor se pueden enumerar los siguientes criterios:
1. Procesos que desarrolló con futbolistas jóvenes, puntualizando en los logros conseguidos pero no solo en resultados colectivos, sino en el progreso de los prospectos durante su gestión.
2. Años de experiencia como formador; que haya pasado por distintas etapas formativas (Sub-12, Sub-15, Sub17), que tenga amplia experiencia en scouting y una metodología de entrenamiento definida y comprobada con resultados.
3. Ojalá, una formación integral, con licencias internacionales para dirigir y una carrera universitaria en educación física. Hay tantos entrenadores hoy en día, que se puede elegir, comparar y seleccionar técnicos que lleguen a formar futbolistas, no ha terminarse de formar en la Federación.
4. Una credibilidad ganada, con éxitos en Primera División que complementen su trayectoria como formador y, si es posible, una trayectoria en selección nacional en algún tipo de rango (jugador, técnico, asistente, etc).
5. Revisión de la estadística deportiva de sus equipos. Hoy en día, se puede comprobar todo a través del análisis de datos.
Pueden existir muchos otros criterios para evaluar a un técnico, pero lo cierto del caso es que al aumentar la exigencia en los nombramientos y evitar la subjetividad, los procesos ganarán credibilidad en todo sentido.
Si se hace un nombramiento transparente y serio, habrá argumentos de sobra para que se dejen de utilizar los términos ‘Sapri-Sele’ y ‘Liga-Sele’.
Al mismo tiempo, la Fedefútbol debería, desde ya, poner freno a las relaciones cercanas entre técnicos y agentes de futbolistas, una realidad hoy en día.
Me parece contraproducente cuando un seleccionador mantiene una relación en exceso ‘cordial’ con ciertos representantes de futbolistas, que tienen un evidente interés de que sus jugadores sean convocados a la Selección.
Con ciertos parámetros, es posible evitar la suspicacia y aumentar la credibilidad.