¡Y ahora todos querían que se quedara Vladimir!
La flaca autocrítica de Walter Centeno hace dudar a quienes lo pidieron a gritos aquella noche fría de Tibás en la que el América de México masacraba al Saprissa. El saprissismo demanda resultados por encima de los ideales de un técnico entusiasta.
Dicen que el fútbol no tiene memoria, es un simple estado emocional que responde a lo que ve en el momento. En el fútbol las pasiones superan a las razones, son caldo de cultivo para la toma de decisiones.
Con Walter Centeno falta por ver el desenlace. Resta por determinar si la decisión emocional de poner a “Paté” al frente del equipo es complementada con la razón y al final con resultados, que es lo que el saprissismo demanda por encima de plazos para ver plasmado el ideal de un entrenador entusiasta.
El ideal de Centeno es sacar la pelota limpia, tener jugadores de buen pie en el mediocampo, arriesgar la bola y borrar cualquier elemento relacionado al fútbol “destructivo”. Mientras tanto, los técnicos rivales de fútbol pragmático se frotan las manos con planteamientos efectivos y le hacen daño a la idea romántica de Centeno: le roban la bola en salida, lo anticipan, lo contragolpean y le hacen naufragar en el centro de la defensa.
El recuento es de 5 partidos sin ganar para Saprissa y un equipo que, en medio de una cerrada lucha por la clasificación, duda sobre si es momento para priorizar los ideales del entrenador por encima de las características de los jugadores. Barrantes pasó de ser el mejor volante a un defensa regular, Cabral un sacrificado por su poca salida con balón dominado, Mariano un “5” improvisado y Venegas un multifuncional que aparece de “9”, de volante por dentro o extremo pegado a la banda.
La marca, un factor elemental en el fútbol moderno, es uno de los grandes ausentes en los esquemas de “Paté”.
Cuando las dudas aparecen, el fútbol sí tiene memoria. Algunos saprissistas decidieron recordar el pasado reciente con Vladimir Quesada, campeón en su primer torneo, líder en la fase regular del torneo anterior, un director técnico económico quien nunca hizo “click” con la afición saprissista por no ser un ícono a la altura de “Paté” y hasta no tener el cartel de entrenadores que en su momento tuvo el club.
Con Vladimir el equipo era el más goleador del torneo pasado, el menos goleado y cerraba la fase regular con 48 puntos, 8 más a los que aspira el equipo actualmente ganando todos los juegos que le quedan. Sin embargo siempre tuvo la sombra de un Centeno, cuyo liderato de arranque de torneo con Grecia fue la excusa perfecta de los accionistas morados para complacer el clamor popular, por encima del criterio del Gerente Deportivo Evaristo Coronado, reacio al cambio de entrenador.
El Saprissa de Carlos Watson y Vladimir Quesada siempre tuvo el balón como característica principal, pero ninguno lo usó como bandera en sus discursos.
Centeno aún puede clasificar al club, aún puede ser campeón, aún puede satisfacer las expectativas que habían sobre él, pero su flaca autocrítica hace dudar a quienes lo pidieron a gritos aquella noche fría de Tibás en la que el América de México apaleaba al Saprissa de Vladimir.
“Hoy les di permiso de reventar la bola para complacer a muchos”, dijo Centeno tras perder ante Herediano. Luego remató justificando los motivos por los que Barrantes juega de defensa central, lateral izquierdo, de todo…menos en su posición natural.
“Si tuviera otro central con el perfil que ando buscando, Barrantes no jugaría ahí”, argumentó el técnico.
Tomar al pie de la letra las palabras del “Paté” es igual a decir que Kendall Waston, el gran defensa central de la selección mayor, no podría ser parte del esquema saprissista por no ser un gran tocador en salida. ¿Un zaguero de jerarquía ó un zaguero regular con dotes de mediocampista?
El dilema es claro. Buscar la clasificación o priorizar el ideal de su entrenador a costas de los resultados. En Grecia eso tenía perdón, en Saprissa no.