Baldazos

Balance de Óscar Ramírez en la gira europea: Se jaló más »tortas» que Carvajal y Venegas juntos

En los pos-juegos desde Málaga y Budapest ya pusimos bajo rayos X el rendimiento de los jugadores de Costa Rica en nuestros análisis 1×1 .

Ahora, en frío, nos concentramos en la conducción de Óscar Ramírez específicamente en éstos dos partidos: España 5 – Costa Rica 0 y Hungría 1 – Costa Rica 0.
El resultado de la radiografía muestra serios errores que abarcan todas las líneas: portería, zaga, mediocampo, ataque y posicionamiento general. Argumentemos.

Estrategia: No comprendimos cómo Óscar creyó que podía jugarle a España como si fuese Estados Unidos. Le intentó hacer la misma presión alta que les aplicó a los gringos, pero que los ibéricos destrozaron como quitarle un confite a un chiquito, a puro toque, rotación y, lo más importante, lectura de juego: simplemente son tan buenos que resolvieron sobre la marcha por dónde salir (por dentro en lugar de por fuera, como esperaba la Tricolor). Para colmos, Costa Rica quiso tocar desde el fondo estilo Barcelona y España aprovechó para recuperar la bola cerquísima de nuestra área. El 5 a 0 más bien salió barato.
¡Contra una potencia no se debe jugar de vivo, nunca, pero jamás de los jamases!
El colmo fue que, contra la débil y limitada Hungría, Costa Rica se planteó como si fuese España, es decir, al revés. La Selección Nacional fue más comedida, buscando contragolpear, escasa de lo que Ramírez llama «juego combinativo» (que no es otra cosa que fútbol de toque con base en movilidad y acompañamientos) y peloteando más de la cuenta al único ariete (tras de eso, Venegas, pésimamente escogido), cuya característica no es el «guerreo».

Portería: Quemó a Danny Carvajal. Sin haberse consolidado en Albacete Balompié, sin el ritmo necesario y ya de por sí blanco del bullying cibernético, lo subió al cadalso contra una potencia mundial y, para colmos, Costa Rica llena de bajas y mal planteada tácticamente, como ya se explicó. El resultado fue nefasto. Aunque hizo dos buenas paradas, en un tiro libre y un achique, se comió un gol malo por rechazo defectuoso y en los tiros por bajo y esquineados lució lento de reacción y tieso. Fue fácil para Leonel Moreira no lucir tan vulnerable como el suplente del Queso Mecánico (diay, los húngaros casi ni tiraron a marco).

Defensa: O no se dio cuenta, o no se dio a entender o simplemente los jugadores no pudieron reaccionar ante España, que evidentemente invirtió el método de llegada: emprendió sus rotaciones ofensivas hacia adentro, con las diagonales de Isco de izquierda hacia el centro y del «Chino» Silva de derecha hacia el centro, e incluso intercambiando posiciones. 
Así, jalaron como con un imán a nuestros laterales y cuando tocaron al medio, Iniesta o Busquets lanzaron a Odriozola y Alba solos, pero solos, solos por las alas. Así, los centrales derecho e izquierdo ticos salieron a toparlos, el resto se descolocó como en efecto dominó y los cambios a segundo palo fueron todos peligrosos. Y así fue todo el partido, salvo cuando España bajó el ritmo por gusto propio.
A Calvo lo vendió marcando a Piqué, mucho más alto, fuerte y potente que él. De milagro la pareja de Shakira no nos clavó uno o dos goles. Mientras tanto, Waston desperdiciado marcando a Ramos (más parejo con Calvo), un «enano» a la par del gigante del Vancouver Whitecaps.
Contra Hungría, cuesta evaluar el desempeño, porque los magiares son tan troncos que permitieron verse mejorcitos a Gutiérrez, González y Duarte… aunque este último siempre cometió varias «tortas» en salida.
Individualmente, el DT reaccionó tarde en los ajustes; por ejemplo, en vista del subterráneo nivel de Cristian Gamboa, había que hacer algo. Finalmente lo reemplazó ya avanzado el partido contra Hungría. De hecho lució mucho mejor Bryan Oviedo improvisado por la derecha que el lateral del Celtic. En cuanto a Duarte, le pesa demasiado la inactividad tras la lesión con el Espanyol).

Mediocampo: Se permitió que los extremos quedaran flotando, sin pisar con decisión los callejones del área española, sin que tampoco bajasen para ayudarles a clausurar las bandas a los bailados y mareados laterales (Gamboa y Oviedo). 
Venegas jugó al nivel que acostumbra últimamente (paupérrimo) y, por añadidura, Bolaños se «venegueó», por lo que Costa Rica parecía jugar con nueve en lugar de once. Así, a los pobres de Celso y de Tejeda se los tragó la vorágine española: una sucesión de pases, jugadas, intercambios de posiciones y variaciones de ritmo frenética, por lo que no dieron abasto tratando de llenar huecos y, mucho menos, intentando general algo, alguito, en ataque. 
Por lo menos se reconoce que en Málaga al frente estaba una súper potencia, candidata a levantar la copa en Rusia 2018, ¡pero en Budapest se estaba ante una selección avergonzada, ruborizada tras perder ante la minúscula Luxemburgo! 
Hungría es un equipo limitadísimo, de pelotazos y juego ríspido, y Costa Rica nunca encontró el «toque-toque» tan propicio para convertir el pase en la motosierra para atravesar bosques de piernas. Parecía que Hungría jugaba frente al espejo, contra un rival igual de limitadito y, ¡por Dios santísimo!, la «Sele» no es tan recontra mala. Una vez más, falló el planteo.

Ataque: ¿Lo hubo? Este fue el error en común en los dos partidos. Tirarle balones a la guerra a dos atacantes frágiles, de perfil inapropiado para disputar balones aéreos, divididos, contra centrales corpulentos, es un disparate. No había forma que Ureña ni Venegas jugaran bien, siendo futbolistas que necesitan pases al pie o al espacio para correr e intentar ganar por velocidad. Por lo menos Ureña algo de batalla dio, pero estaba tan solo que nada pudo producir. Venegas, nada de nada. -1, como Budapest.

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Conclusión: las calificaciones tan bajas que dimos en los pos-juegos fueron propiciadas, casi todas, por los planteamientos erróneos. Pero, ojo, muchos de estos defectos se vienen arrastrando desde las eliminatorias, solo que gracias a los paradones de Keylor Navas y a algunos chispazos de Bryan Ruiz fueron maquillados por resultados que dieron para clasificar a Rusia 2018 sin mucho sobresalto.

Expectativa: Que Ramírez sea autocrítico y mejore: No se puede jugar contra una potencia igual que contra un equipito de Concacaf, presionando salida y dejando tanto espacio, ni intentando jugar al toque en salida como pretende, a nivel local, el «Paté» Centeno con Grecia. En cambio, contra un elenco limitado como el húngaro se necesita ser más propositivo. En suma, los partidos los planteó al revés. Contra España como si fuera Hungría y viceversa. Por lo menos, así se vio.
En cuanto a las fichas del ajedrez, debería desechar la convocatoria de jugadores que hace un año estaban bien o más o menos, pero que vienen a menos desde entonces. Ya tiene que romperse la argolla y permitirse el ingreso al grupo de jugadores que se están ganando con mejores actuaciones una oportunidad. Dejando incólume la base de inamovibles: Navas, Borges y Ruiz, nadie más debería aburguesarse ni creerse con boleto seguro.
La esperanza la da el presidente de la Fedefútbol, Rodolfo Villalobos, quien ya anunció que Ramírez hará modificaciones en la mediacancha. Buena señal… Ahora solo faltan la defensa y la delantera.

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